jueves, 23 de diciembre de 2010

Dormir al raso

Esa noche, Daniel, no era capaz de conciliar el sueño. El frio le atenazaba. Estaba tumbado, encogido debajo del carro, con la manta dejando ver únicamente sus ojos y una pequeña porción de su frente, y el gorro de lana, ese gorro de lana que le había hecho con tanto amor su querida esposa y compañera, pegado, adherido, a su cabeza.
Aunque ya estábamos a mediados de Marzo, el frio se adueñaba todavía de casi todas las noches. Nunca terminaría de acostumbrarse a estos primeros días de viaje, con el carro repleto de trillos y de ilusiones. No hacía una semana que había salido del Vilorio, y ya se le empezaba a hacer eterno el tiempo transcurrido... las noches, sobre todo esas noches de intenso frio. Y sus manos, sí, sus manos agrietadas llenas todavía de sabañones que se habían ido superponiendo unos a otros. Unas manos que ya no sentía, doloridas de tanto y tanto trabajo durante los duros días de invierno a pie de calle, junto a su portada.
Los últimos trillos los había rematado casi de memoria, sin saber muy bien como sus manos se movían de un lado a otro, haciendo inconscientemente un trabajo mecánico, repetitivo, casi convertido en movimiento reflejo... ¡Buf! y menos mal!- pensó. Trabajar en los duros días del invierno cantalejano, escopleando sin cesar, atenazaba los huesos. Las manos, siempre las manos, se acartonaban, se encogían, adoptando la posición perenne que se le exigía para realizar su trabajo, y era imposible hacerlas volver a su ser... Era imposible estirarlas, encogerlas, estirarlas... por no sentir esa frustación, ese dolor, ya ni se intentaba. Había que seguir trabajando, más trillos, más dedicación, menos tiempo para disfrutar, más esperanzas de ganar algo más..., mayor dependencia a esa dura forma de supervivencia.
Pero sí, estaba claro que necesitaba que los días empezaran a ser más cálidos, que sus huesos, sus manos, se fueran recuperando, que sus heridas se fueran cicatrizando. Tendría todavía mucho que escoplear, ya que no sólo iba a vender trillos, sino que también le iba a tocar reparar muchos más. Y las noches... todavía le iban a quedar muchas noches durmiendo al raso, ya que no tenía ni un real para poder pernoctar en ninguna posada. Tal vez a la vuelta, con el carro vacio y la cartera algo más llena, se podría permitir alguna licencia.
Absorto en sus pensamientos, su mirada se quedó fija, mirando el pequeño bulto que había junto a él. Al observar el ritmo acompasado de la respiración, alternados con pequeñas y casi imperceptibles tiritonas, Daniel salió de sus pensamientos. Miró a Fidel, su hijo. Ya había cumplido 7 años, se había hecho lo suficientemente mayor para ir con él, sustituyendo a su madre, que está vez se había tenido que quedar en casa al estar a punto de dar a luz.
Era un buen chico, movía con soltura todos los aperos y utensilios a pesar de su corta edad, habiéndose convertido en todo un experto a la hora de hacer fideos. La verdad es que manejaba la máquina mejor que la mayoría de sus mayores. "Seguro que con su desparpajo, su sonrisa, y su habilidad, venderá más fideos que nadie"- se dijo para sí Daniel con una ligera sonrisa, deseando, al mismo tiempo, que pudiera tener algún momento para jugar y relacionarse con otros chicos de su edad. Su cara y su gesto iban a empezar a hacerse adultos, pero Fidel no dejaba de ser un niño.
Los caminos de media España les esperaban durante cinco largos meses.
(Historias de un briquero)

miércoles, 13 de octubre de 2010

Signos de Identidad de un pueblo: Los Briqueros y los Trillos

La fabricación de los Trillos ocupaba los meses de otoño e invierno y la búsqueda de mercado empezaba en el mes de febrero. Localidades como Valladolid, Palencia, Extremadura, León y Zamora se beneficiaron de la fabricación y exportación del Trillo Cantalejano. Durante más de cuatro meses, familias de Briqueros viajan en sus carretas, por caminos de piedra y arena, con una sola idea, vender su mercancía.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Las Hoces del Duraton, otra mirada

Cuando paseo por las hoces y me animo a adentrarme desde la Molinilla, sendero arriba, por los pedregales interminables, llenos de tomillo, te, espliego y demás plantas aromáticas características de la zona, reconozco que cada vez siento más ganas de desviarme del camino que conduce hasta la Ermita de San Frutos. Buscar los recodos solitarios, alejados del bullicio que invade los tramos más visitados. Sin duda es la zona más espectacular e impresionante.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Aquellos maravillosos años

Es una frase demasiadas veces utilizada. Pero sí, en este caso sí que podemos decir que aquellos años en los que se empezó a fraguar nuestra amistad fueron unos años maravillosos.

Representan, sí, es cierto, el recuerdo tal vez idealizado de un grupo de niños y niñas, que empezaban a conocer el mundo en verano en un pueblo, ciudad decimos con orgullo, de vecindad y/o de corazón. Recuerdos de un grupo de niños y niñas que en las vacaciones se olvidaban de todo aquello que les rodeaba en sus lugares de origen y nacimiento, para empezar cada año una nueva vida en el Vilorio, en Cantalejo.

martes, 3 de agosto de 2010

Mi Pueblo

Somos un grupo de amigos que les une, entre otras muchas cosas, la Ciudad de Cantalejo.

Durante más de 30 años nuestras familias Cantalejanas afincadas, por razones económicas y sociales, en las grandes urbes de España, regresaban a sus recuerdos, con su gente, a su pueblo y con ellos unos niños que crecieron entre pinares, lagunas, hoces, ríos y caminos que unen una diversidad de pueblos y espacios naturales únicos.

Aquellos niños con 40 años, se han casado, han tenido hijos a los que enseñamos en Semana Santa o en sus fiestas de verano aquellas vivencias.

CalvoSanBruno, La Cuadrilla

Relatos relacionados con Cantalejo
Rutas Cantalejo
Cantalejo en Imágenes
/* Google analytics code */ /* end Google analytics code */